14 mayo 2006

62/MODELO PARA ARMAR-Julio Cortázar


Tan lejos ya de esa primera tarde cuando Celia había murmurado: "Vuélvete, no quiero que me mires", mientras sus dedos inseguros buscaban los botones de la blusa. Yo me había desnudado más lejos, escondido a medias por la hoja entornada del armario, y al volver había visto el dibujo de su cuerpo bajo la sábana, una mancha de sol sobre la alfombra, una media que parecía flotar en la barra de bronce de la cabecera. Había esperado un momento, incapaz todavía de creer que todo eso era posible, me había echado una bata sobre los hombros y después, de rodillas junto a la cama, había tirado lentamente de la sábana hasta ver asomar el pelo de Celia, su perfil pegado a la almohada, los ojos cerrados, el cuello y los hombros, desde ahí algo como una diosa niña saliendo lentamente del agua mientras la sábana seguía bajando y el misterio se volvía sombra azul y rosa bajo las manchas del sol de la claraboya, un cuerpo Bonnard naciendo trazo a trazo bajo mi mano que tiraba de la sábana conteniendo el deseo de arrancarla de un tirón, revelando el misterio de lo nunca visto por nadie, el nacimiento de la espalda, los senos mal defendidos por los brazos cruzados, la cintura delgada, el lunar del nacimiento de la grupa, la línea de sombra que dividía su carne y se perdía entre los muslos protectores, la tersura de las corvas y otra vez lo familiar, las pantorrillas tostadas, lo diurno y común después de esa zona guardada, los tobillos y los pies como caballitos dormidos en lo hondo de la cama. Todavía incapaz de alterar su inmovilidad ofrecida y temerosa al mismo tiempo, me incliné sobre Celia y miré muy de cerca ese país de suave orografía. Debió de pasar tanto tiempo, quizá con los ojos cerrados el tiempo era diferente, primero había sido un gran silencio, un zapato cayendo en el piso, una hoja de armario que chirriaba, una cercanía, después había sentido que las sábanas se corrían poco a poco, y a cada instante había esperado el peso de su cuerpo contra el mío para volverme y abrazarlo y pedirle que fuera bueno y tuviera paciencia, pero la sábana seguía bajando y sentí miedo, una imagen diferente volvió por un segundo y estuve a punto de gritar, pero era tonto, sabía que era tonto y hubiera preferido volverme de golpe y sonreírle, pero no quería verlo así desnudo como una estatua al lado de la cama, seguía esperando mientras la sábana bajaba hasta que yo también me sentí desnuda y no pude más y me enderecé volviéndome, y Austin estaba envuelto en una bata y de rodillas y mirándome, y yo busqué la sábana para taparme pero él la había tirado lejos y ahora me miraba de frente y sus manos buscaban mis senos, anochecer, claraboya borrosa, pasos en la escalera, crujido del armario, tiempo, almendras, los chocolates, la noche, el vaso de agua, estrella tragaluz, calor, agua de colonia, vergüenza, pipa, manta, vuélvete, así, cansada, ¿sientes?, tápame, llaman a la puerta, déjame, sed, hueles a mar revuelto, tú a tabaco de pipa, de niño me bañaban con agua de afrecho, de niña me decían Lala, ¿está lloviendo?, aquí eres trigueña, tonto, tengo frío, no me mires así, tápame otra vez, almendras, ¿quién te regaló ese perfume?, Tell, creo, por favor, tápame un poco más, ¿pero entonces era miedo, por eso te quedabas tan quieta?, sí, ya te contaré, perdóname, no pensé que tendrías miedo, me pareció solamente que esperabas, desde luego que esperaba, que te esperaba.