07 mayo 2006

DONDE PARA TERMINAR SE INSINÚAN OTRAS RAZONES POSIBLES DE NUESTRA EXPEDICIÓN Y ACASO DE TODAS LAS EXPEDICIONES - Julio Cortázar y Carol Dunlop

Cuando el secreto dejó de serlo, cuando de vuelta en París los amigos nos rodearon para divertirse con la versión oral del viaje, a la espera del libro que completaría lo que les contábamos entre risas y bromas, una visión diferente del viaje se abrió paso en muchos comentarios. Casi en seguida hubo quienes quisieron saber si nuestras intenciones habían sido meramente lúdicas o si detrás alentaba una búsqueda de otra naturaleza, la inmersión en un paisaje no solamente geográfico, el enfrentamiento de la vida ordinaria y de ese no man’s land desafiante instaurado en pleno vértigo de la civilización. Alguien quiso saber si no habíamos llevado a la práctica una forma contemporánea de la provocación Zen, si el a veces exasperante contrapelo de un viaje opuesto a todos los módulos propuestos y favorecidos por la autopista tenía por verdadero objeto un encuentro interior, una liberación de tensiones en el orden personal e incluso histórico, si Marsella no habrá sido nuestro Graal, nuestra Orplid, nuestra tierra de Urkhalya como acaso lo hubiera formulado nuestro querido José Lezama Lima.
Todo eso nos deslumbró un poco pero nos hizo sobre todo gracia, porque jamás concebimos ni realizamos la expedición con intenciones subyacentes. Era un juego para una Osita y un Lobo, y lo fue durante treinta y tres maravillosos días. Frente a preguntas turbadoras, nos dijimos muchas veces que si hubiéramos tenido presentes esas posibilidades la expedición hubiera sido otra cosa, acaso mejor o peor pero nunca ese avance en la felicidad y en el amor del que salimos tan colmados que nada, después, incluso viajes admirables y horas de perfecta armonía, pudo superar ese mes fuera del tiempo, ese mes interior donde supimos por primera y última vez lo que era la felicidad absoluta.
Y tal vez por eso mismo comprendimos sin palabras que acaso habíamos cumplido ese viaje obedeciendo sin saberlo a una búsqueda interior que luego tomaría diferentes nombres en los labios de nuestros amigos. Comprendimos que a nuestra manera habíamos hecho un acto Zen, habíamos buscado el Graal, habíamos divisado las cúpulas de oro de Orplid. Y que todo eso se había dado precisamente porque no lo habíamos pensado ni buscado ni propuesto, porque el amor y la alegría nos colmaban demasiado para dejar paso a una ansiedad de búsqueda. Nos habíamos encontrado a nosotros mismos y eso era nuestro Graal sobre la tierra.





(capítulo extraído del libro Los autonautas de la cosmopista o Un viaje atemporal París - Marsella.)

¿razones?
...abracadabra! qué sencillo parece todo...

que sencillo avanzar en la felicidad y en el amor
viajar de aquí para allá
(y a la vuelta -y avanzando- escribirlo)


espero que lo disfrutéis (gonzalo)