"Resulta agradable que el viaje tenga una arquitectura y que sea posible aportar a ella alguna piedra, aunque el viajero parezca menos alguien que construye paisajes -tarea del sedentario- que alguien que los desmonta y los deshace, como el barón von R. del que cuenta Hoffmann que viajaba por el mundo coleccionando panoramas y, cuando lo consideraba necesario para su placer o para crear un hermoso mirador, hacía talar árboles, desnudar ramas, aplanar las redondeces del terreno, abatir bosques enteros o demoler alquerías, si obstaculizaban una vista. Pero también la destrucción es una arquitectura, una deconstrucción que obedece a reglas y cálculos, un arte de descomponer y recomponer, o sea de crear otro orden: cuando una pared de hojarasca caía de repente, despejando la vista sobre las ruinas de un castillo lejano a la luz del crepúsculo, el barón von R. se detenía algunos minutos para contemplar el espectáculo que él mismo había escenificado y luego se iba apresuradamente, para no regresar nunca más"
Claudio Magris, El Danubio